La selectividad alimentaria suele ser una etapa, no una sentencia si abordamos de manera adecuada y con apoyo de profesionales.
Es sumamente importante lograr ampliar la variedad de alimentos que consumen los niños, para asegurar la ingesta adecuada de nutrientes que promueven su sistema inmunológico, crecimiento y máximo potencial de desarrollo.
La historia empieza antes de que consuman alimentos sólidos.
La alimentación de la mamá durante el embarazo y la lactancia influye en las preferencias del bebé, ya que los sabores llegan al líquido amniótico y también pasan a través de la leche materna, aumentando la probabilidad de que los acepte más adelante.
La hora de la comida no es solo nutrición: es una experiencia social y emocional.
Es crucial evitar las presiones y chantajes que puedan potenciar el rechazo. Sentarse juntos a la mesa en un ambiente tranquilo y sin pantallas ayuda a concentrarse en lo que se come y a imitar buenos hábitos.
El aprendizaje sensorial y lúdico predispone a la aceptación
Involucrar al niño en la compra y preparación de los alimentos y darle tareas simples como trasvasar, servir los platos, seleccionar y lavar frutas y verduras, propician el acercamiento a alimentos.
Pero ante rechazo persistente, es mejor exponerlo al alimento simplemente como parte de un juego.
Hay esperanza con constancia y calma
Mantén una actitud positiva y celebra los pequeños avances.
Un niño puede necesitar hasta 15 exposiciones antes de aceptar un nuevo sabor.
Acude a los profesionales capacitados para evitar generar una aversión alimentaria.
MSc Lic Lena Martinez Missena